Donald Trump cumplió su amenaza y firmó órdenes ejecutivas que establecen aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas y canadienses, así como del 10% a productos chinos. Estas medidas, que entrarán en vigor el 4 de febrero, incluyen una cláusula de represalia que permitirá aumentarlos si estos países responden con sus propios impuestos. La decisión, justificada por la Casa Blanca como un intento de frenar el tráfico de fentanilo, coloca a México en una posición vulnerable y amenaza con desestabilizar su economía.
Especialistas advierten que estos aranceles podrían provocar una contracción del 2% en el PIB de México, afectando sectores clave como la manufactura automotriz, el acero, los alimentos y la industria eléctrica. Además, podrían incentivar la migración hacia Estados Unidos, agravando la crisis fronteriza. México, con su economía altamente dependiente de las exportaciones hacia el mercado estadounidense, enfrenta ahora el reto de diversificar sus mercados y reforzar su competitividad global.
El impacto no solo se verá en el sector industrial, sino también en los consumidores, quienes pagarán más por productos importados desde EE.UU. a través de plataformas como Amazon y eBay. Además, la refinería de Deer Park en Texas, que depende del petróleo mexicano, podría ver un alza en sus costos operativos. Con estas nuevas barreras comerciales, la relación entre ambos países se enfrenta a uno de sus momentos más tensos en la era Trump.
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