
Tenemos la obligación de desarrollar innovaciones que alteren los balances de poder. Que promuevan la reducción de las asimetrías que las personas sufrimos por haber nacido en uno u otro lugar, con unas u otras capacidades
Inteligencia Artificial (IA) ha despertado de nuevo los temores sobre los posibles alcances apocalípticos de un mundo dominado por la tecnología. Desde las dimisiones de varios gurús tecnológicos por los temores de una IA descontrolada a las llamadas a una regulación desde las propias compañías líderes del sector, la IA ha activado todas las alarmas. Por supuesto, a estas posiciones les han seguido las habituales hordas de intelectuales tecnocachondos que creen a pies juntillas que la tecnología será el camino a la salvación (posiblemente de los propios problemas que esta genere), o de pensadores apocalípticos, en este caso liderados por Yuval Noah Harari, destacando la cercanía del fin del mundo.