Los primeros días del gobierno de Claudia Sheinbaum se han visto marcados por una ola de conflictos que, lejos de fortalecer su imagen como presidenta, exponen una realidad preocupante: parece que no es ella quien verdaderamente tiene el control. La seguridad del país muestra grietas cada vez más profundas, las tensiones con Estados Unidos se acentúan, y las principales figuras de su partido parecen estar siguiendo agendas propias, desconectadas de un liderazgo claro.
Por un lado, Ricardo Monreal, quien desde hace tiempo mantiene una postura desafiante, ahora actúa con un descaro que, hasta hace poco, habría parecido un acto de suicidio político. Usando helicópteros y mostrando alianzas turbias, incluso con personajes de cuestionable reputación como Pedro Haces, Monreal no parece tener miedo a represalias de Palacio Nacional, sino que hace gala de una independencia que amenaza con restarle legitimidad al gobierno central. Su postura no solo indica una posible ruptura con el proyecto de Sheinbaum, sino también el inicio de una serie de alianzas que podrían dañar seriamente la cohesión de la 4T.
En el Senado, Adán Augusto toma una postura que va más allá del discurso político convencional; habla y actúa con una autoridad que roza la arrogancia, dando órdenes a los senadores como si fueran su séquito personal. En sus palabras y gestos no se percibe respeto alguno por la figura presidencial, sino un esfuerzo continuo por destacar y construir su propia figura de poder, como si Sheinbaum no fuera más que una líder nominal sin peso real en sus decisiones.
La situación revela un movimiento interno que va en contra de la pretendida unidad de Morena y de la 4T. Mientras Sheinbaum intenta asumir el control, Monreal y Adán Augusto protagonizan una contienda sorda pero intensa por el poder y la influencia dentro del partido. Su abierta competencia por el liderazgo y los reflectores parece indicar que, para ambos, el liderazgo de la presidenta no es una autoridad a seguir, sino un obstáculo que pueden ignorar o incluso superar.
Esta disputa interna es un riesgo latente: un proyecto que se fractura desde adentro difícilmente podrá consolidarse en el exterior. Mientras las prioridades de Sheinbaum parecen pasar desapercibidas o ser desafiadas por estos “caudillos” de Morena, el país permanece en un estado de incertidumbre que poco a poco va desbordándose en descontento y caos. La pregunta que resuena entre la población es clara: ¿quién gobierna realmente?