La Unión Ganadera Regional de Chihuahua, históricamente una institución crucial para la promoción y defensa de las actividades pecuarias, parece haber perdido su rumbo. Fundada para apoyar y fortalecer una de las actividades más emblemáticas del estado, hoy se ve envuelta en actividades que poco tienen que ver con su misión original.
La reciente proyección de una inversión de 580 millones de pesos, anunciada con gran fanfarria por su líder Álvaro Bustillos, refleja una preocupante desviación hacia la organización de eventos, exposiciones, espectáculos y eventos que priorizan la imagen personal sobre el bienestar del sector ganadero.
Este giro de enfoque plantea serias preguntas sobre las prioridades de la actual administración. Mientras Bustillos busca el protagonismo, los verdaderos intereses de los ganaderos y la preservación de una tradición centenaria quedan relegados. La unión que alguna vez fue un pilar de la economía regional ahora parece más interesada en eventos llamativos que en resolver los desafíos reales que enfrentan los productores.
La situación se agrava aún más por la severa sequía que atraviesa Chihuahua, la cual podría reducir la actividad ganadera hasta en un 30%. En lugar de concentrarse en invertir en desarrollos comerciales o de espectáculos, la Unión Ganadera debería estar movilizando recursos y esfuerzos para mitigar los efectos devastadores de esta crisis sobre los ganaderos; como un rastro TIF o una empacadora, que diera valor a los animales criados en Chihuahua.
Es esencial que la Unión Ganadera reoriente sus recursos y esfuerzos hacia el apoyo directo a los ganaderos, promoviendo la innovación, sostenibilidad y competitividad del sector. Solo así podrá cumplir con la responsabilidad histórica que tiene con Chihuahua y su rica tradición pecuaria.
