Esta corcholata es mía; gesto cargado de simbolismo y mensajes contradictorios

La reciente imagen de AMLO besando y abrazando en la puerta de su palacio a Claudia Sheinbaum,  ha suscitado una ola de reacciones y análisis en el ámbito político y mediático. Este gesto caluros, (que ya quisiera Beatriz Gutiérrez Müller) es  calificado por algunos como el «beso del Diablo», haciendo clara referencia a las épocas más autócratas del otro presidente de apellido López.

Quién dice qué:

AMLO a Sheinbaum, quien sin duda rompió con la formalidad esperada entre dos Jefes de Estado y líderes políticos de alto perfil, sugiriendo connotaciones de posesividad y dominio. Este tipo de lenguaje y caracterización proviene de una percepción de que AMLO podría estar utilizando este gesto para reforzar su influencia sobre Sheinbaum.

A quién:

El mensaje está dirigido tanto a Claudia Sheinbaum como al público general. A Sheinbaum, el beso y agreguemos el abrazo, (el cual a todas luces inmoviliza a Claudia) puede ser interpretado como una demostración pública de apoyo y confianza por parte de AMLO, pero sobre todo, dominación. Al público, y especialmente a los críticos políticos, el gesto envía señales mixtas sobre la relación de poder y autonomía entre ambos líderes.

Con qué objeto:

Mostrar Sheinbaum como una extensión de su liderazgo y visión. Por otro lado, este tipo de muestras públicas de afecto pueden ser interpretadas como una forma de marcar territorio, sugiriendo que Sheinbaum sigue bajo su sombra, control y posible minimización de la independencia y autonomía de Sheinbaum.

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