El Paquete Económico 2025 llega con un mensaje claro: el déficit público ha alcanzado niveles históricos, y los inversionistas están preocupados por su sostenibilidad en un entorno de tasas de interés altas. Rogelio Ramírez de la O, secretario de Hacienda, admitió que el tema más inquietante es este desequilibrio fiscal, resultado de una política de gasto que priorizó programas sociales y becas sobre la estabilidad financiera.
Durante su comparecencia ante la Comisión de Hacienda, Ramírez de la O señaló:
“La principal preocupación es el déficit. Todo mundo sabe que un déficit con tasas de interés muy altas consume muchos recursos presupuestarios y, además, pone una interrogante de qué tan sostenible es en la siguiente etapa.”
Estas palabras reflejan el impacto de las decisiones económicas del gobierno anterior. La administración de Andrés Manuel López Obrador centró su estrategia en la “inversión electoral”: un gasto masivo en programas sociales que, aunque populares, carecieron de un plan de sustentabilidad a largo plazo. La falta de una reforma fiscal durante ese periodo dejó al país con ingresos insuficientes para sostener estos programas, y ahora el costo de esta irresponsabilidad recae sobre el nuevo gobierno y, en última instancia, sobre los contribuyentes.
De acuerdo con los datos disponibles, en los últimos seis años se destinaron más de 2.5 billones de pesos a programas sociales, incluyendo Jóvenes Construyendo el Futuro, las pensiones para adultos mayores y las becas Benito Juárez. En contraste, los ingresos tributarios apenas crecieron, con un promedio anual de recaudación que rondó los 3.8 billones de pesos, dejando muy poco margen para otros rubros esenciales como infraestructura, seguridad y salud pública.
La “inversión electoral” se convirtió en una carga insostenible, con programas que lejos de estimular la economía, perpetuaron la dependencia de amplios sectores de la población. México no puede continuar hipotecando su futuro para mantener una política fiscal basada en regalar dinero sin un retorno productivo.
Es momento de priorizar la estabilidad financiera del país. El nuevo gobierno debe decidir si continuará con este modelo populista o si emprenderá las reformas necesarias para garantizar un desarrollo económico sostenible. De no hacerlo, México seguirá transitando por una peligrosa senda de endeudamiento que pondrá en riesgo el bienestar de futuras generaciones.
La factura ya llegó, y es más alta de lo que imaginamos.