Respirar… comunicar… y desnudar.
Hay casas que se construyen con promesas. Fachadas pintadas con el pincel de la esperanza, techos sostenidos por los clavos del discurso popular y muros tapizados con el rostro de los olvidados. Pero tarde o temprano, cuando las luces de la campaña se apagan y el polvo del poder se asienta, aparece lo inevitable: la suciedad estructural.
Muna Dora Bucha titula su libro “La casa sucia”, una metáfora tan poderosa como vigente. Habla de la corrupción como red permanente. Y hoy, esa imagen nos golpea en la cara cuando vemos al gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación enfrentar su propia contradicción: la CNTE ya no es el aliado incómodo; ahora es el enemigo inevitable.
Durante años, el magisterio disidente fue la base que ayudó a cimentar los pasillos de Palacio Nacional. Se les ofreció tribuna, se les devolvió voz, se les prometió limpiar la casa de la reforma educativa del pasado. Pero ahora, cuando esa misma casa empieza a desmoronarse, el gobierno voltea hacia sus antiguos inquilinos y les dice: “ustedes son parte del problema”.
La CNTE exige lo que se le prometió. Exige dinero, plazas, poder y dignidad. Pero lo hace con bloqueos, con presiones, con la misma metodología de siempre. Y la 4T, que alguna vez los abrazó como aliados revolucionarios, hoy los ve como saboteadores del orden que intentan imponer.
Es aquí donde la analogía de la casa cobra fuerza. Porque la casa está sucia, sí. Pero no sólo por quienes la habitan, sino por quienes permitieron que se construyera sin planos éticos ni cimentación institucional. Es una casa que se mantuvo de pie con el discurso, pero que ahora cruje con cada marcha, con cada plantón, con cada traición política.
El presidente quiere irse sin escándalos. Pero los escándalos no se lavan con mañaneras ni se esconden bajo la alfombra electoral. Se enfrentan. Se resuelven. Y para eso, se necesita limpiar la casa de fondo, no sólo cambiar de inquilinos.
Porque cuando los aliados se convierten en amenazas, no es sólo un síntoma de descomposición política; es la prueba más clara de que la casa de la 4T también fue construida con cimientos de lodo.
Soy Akbar, y esto es lo que tengo que comentarle hoy.