Funciona el modelo de control social disfrazado de Bienestar
México está roto, no solo por la violencia descontrolada o la corrupción impune, sino por algo aún más peligroso: la indiferencia del pueblo. Despues del hallazgo del infame campo de exterminio en Teuchitlán, a 60 kilómetros al oeste de Guadalajara, ha dejado al descubierto el horror que vive nuestra nación, esa a la que «se le respeta» segun Sheinbaum.
Entre la tierra se encontraron 400 zapatos, mudos testigos de la barbarie que nos rodea. Sin embargo, el hallazgo pasó casi desapercibido, la gente no salió a las calles, no exigió respuestas, no pidió justicia. ¿Por qué?
Parte de la respuesta está en el modelo de control social disfrazado de bienestar. Mientras los programas sociales, como la pensión para adultos mayores, reparten 6,200 pesos cada dos meses, la exigencia de mejores condiciones desaparece. Se ha sembrado en la sociedad una falsa sensación de estabilidad que no resuelve los problemas de fondo, pero sí los silencia.
Los programas sociales no son malos por sí mismos; lo perverso es usarlos para anestesiar la indignación. Mientras los ciudadanos reciben su dinero, el gobierno se deslinda de su responsabilidad de garantizar seguridad, justicia y oportunidades reales. El crimen organizado sigue cobrando vidas, la impunidad se normaliza, y los campos de exterminio se convierten en meras cifras que apenas logran indignar por un par de horas.
No se trata de quitar los apoyos, sino de entender su papel dentro de una estrategia mayor de desmovilización o paralización, en donde el Estado sustituye derechos por limosnas. No se está construyendo un país, se está comprando silencio, y mientras la indiferencia nos consume, los zapatos seguirán apareciendo en fosas, tan olvidados como aquellos a quienes pertenecieron.